Al cabo de tal tiempo, el contenido se separa por sí mismo en tres capas.  


Por Eugenio Pacelli Torres Valderrama*

Corresponsal del Chicamocha News en Europa.

Hubo una época, durante las décadas de los años setenta y ochenta, cuando la tendencia en Europa era mantener el patio trasero de las casas con césped bien podado y muchas veces instalar una pequeña piscina. El tiempo de uso de tal arreglo se restringía a los tres meses de verano, tras lo cual se le colocaba una cubierta a la piscina y se esperaba hasta el buen clima del año siguiente. Al mismo tiempo, los pocos vegetales que se consumían en los hogares eran comprados en los grandes supermercados envueltos en plástico y habiendo sido mantenidos en congeladores por largos periodos.

Hoy en día, las nuevas generaciones son más conscientes de que somos lo que comemos, el cultivo industrializado ha hecho que los alimentos cada vez tengan menos poder nutritivo, estén recargados de trazas de productos químicos y no conserven la fragancia y el sabor que debería caracterizarlos. Como resultado, se ha popularizado transformar los viejos patios en huertas urbanas donde cada familia produce sus propias verduras de forma natural y a la vez recicla los desechos orgánicos para producir abonos naturales. El proceso de compostaje, sin embargo, requiere un tiempo prolongado.

Son varias las alternativas posibles, una de las que se ha popularizado con mayor éxito es el Bokashi, desarrollado por el profesor Teruo Higa, en la Universidad de Ryukyus, Japón. El proceso se basa en el cultivo de microbios llamados en la literatura científica Microorganismos Efectivos, o EM1. El proceso es sumamente sencillo y personalmente lo he implementado sin ninguna complicación en mi propio apartamento de Viena. Consiste en usar el agua de la lavadura del arroz, dejarla por una semana en un frasco de vidrio tapado con tela, que permita la entrada de aire, en un lugar oscuro. Al cabo de tal tiempo, el contenido se separa por sí mismo en tres capas. De la capa intermedia, con una jeringa sin aguja, o algún otro instrumento que permita la succión, se sacan 75 ml y se mezclan en otro frasco con 750 ml de leche. El contenido se deja de nuevo en reposo por dos semanas. Esta vez no es necesaria la presencia de aire, pero dado que se puede generar presión la tapa del recipiente no debe ajustarse completamente. Pasado este tiempo, se diferenciarán dos capas, la superior es una especie de queso que puede utilizarse también como abono, y la inferior un líquido amarillento donde estarán confinados miles de millones de microorganismos. Éstos son el objetivo. Las aplicaciones de los Microorganismos Eficientes son múltiples y variadas. Son eficaces, por ejemplo, en la reducción de malos olores o para destapar tubos obstruidos. En la huerta y el jardín se emplean como aditivo al agua de riego, se recomienda diluir una parte de EM1 en 100 de agua, o como aplicación con atomizador en las hojas. Dependiendo de la frecuencia de uso la concentración varía, las dosis recomendadas se encuentran en Internet.

La otra aplicación de los Microorganismos Efectivos es la fabricación del Bokashi en sí, lo cual se hace mezclando una pequeña proporción, digamos cuatro cucharadas de EM1 con igual cantidad de melaza diluida en dos litros y medio de agua, ojalá sin cloro, y agregarlo a cuatro kilos y medio de cascarilla de trigo. La mezcla húmeda, pero no chorreando, se almacena en una bolsa negra con la menor cantidad posible de aire y se deja en reposo por un par de semanas. Los microorganismos, durante el proceso, se habrán alimentado y multiplicado y estarán alojados en las cavidades microscópicas de la cascarilla. El contenido se mezcla entonces con la tierra de la huerta donde de nuevo tiene lugar la proliferación de los microorganismos, lo que contribuye a diluir nutrientes y facilitar su absorción por las raíces.

Cuando se entiende el proceso de asimilación, es fácil comprender que el arado no es necesario, de hecho, es perjudicial, pues expone los microorganismos a las inclemencias del sol y el viento. Como alternativa existe una técnica llamada "No Dig", que básicamente consiste en dejar que los microorganismos hagan su trabajo. Como leí en un libro: "Usando la cabeza evitamos dolores de espalda".

Otra de las tendencias asociadas con la nueva conciencia agrícola es la diversidad, sin ella es muy difícil restablecer el equilibrio natural. En terrenos extensos la permacultura se abre paso como una de las mejores opciones a la hora de salvar el planeta.

Las soluciones, pues, están al alcance de todos. En nuestras provincias, donde los terrenos no se reducen a unos cuantos metros cuadrados, deberían empezar a implementarse estas técnicas, que muchos europeos consideran no una moda, sino una muestra de respeto propio.

*Doctor en Ingeniería, Hokkaido University, Japón. Autor de los libros "Aprendizaje Creativo", "Más allá de la Caverna" y "Libérate Escribiendo", entre otros.