(Imagen tomada de Internet)

Por Eugenio Pacelli Torres Valderrama

Quien alguna vez se haya detenido a contemplar un jardín abandonado, seguramente habrá sido presa de un sentimiento de profunda melancolía.

Las plantas ornamentales marchitándose y la maleza tomando su lugar hasta asfixiar la última, es algo que no solamente ocurre en la naturaleza. En muchas otras situaciones se vive el mismo fenómeno.

Cuando se leen comentarios sobre cualquier tema en Internet, por ejemplo, no queda más que sentir pesar ante el carácter malsano y destructor de algunos de ellos, agravado por la pésima redacción y los "horrores" de ortografía.

Si tal es la única forma de expresión que conocen nuestras juventudes, ¿qué puede esperarse de la sociedad?

Para desarrollarnos a nivel de sociedad, lo primero que debemos hacer es mejorarnos a nosotros mismos.

El secreto, como en el caso de querer regenerar un jardín, no depende tanto de un proceso de adición sino de uno de sustracción. De deshacernos de la "maleza", de aquellos hábitos que, en lugar de ayudar, nos perjudican. La belleza del jardín está contenida en sí misma, es cuestión de permitirle resurgir.

En el caso de la vida diaria, existen muchas actitudes saludables que se pueden implementar. Pero si alguien me preguntara por el punto específico de partida, respondería que lo prioritario es el bienestar mental.

El jardín se regenera por sí mismo si se le facilitan las condiciones necesarias. Lo mismo sucede con nuestro carácter, la mente es plástica, podemos darle la forma que queramos. El equivalente del agua y el abono es rodearnos de situaciones que nos inspiren a la vez que nos fortalezcan. En varias ocasiones he aconsejado la escritura creativa como camino de superación.

Cuando pensamos de forma creativa, ejercitamos funciones cerebrales fundamentales como la atención y la asociación de ideas. Sin embargo, el sólo hecho de pensar no es suficiente. Las buenas ideas pugnan por manifestarse, porque se les brinde la oportunidad de concretizarse. En este sentido, la escritura creativa resulta ser de gran sencillez. No se requiere equipo especializado ni incontables ejercicios de entrenamiento. Papel, lápiz y algo de tiempo es lo único que se necesita. Por supuesto, ayuda tener ciertas directrices, pero en esencia se trata de dar rienda suelta a la imaginación y plasmarla en forma de palabras.

Una vez que hayamos embellecido nuestro mundo interior, aspirando a nobles ideales, el ambiente exterior comenzará a cambiar. La excelencia será la norma y no la excepción.

A nivel de sociedad, el gran riesgo que enfrentamos es el de convertirnos en consumidores pasivos. Si todo nos llega hecho, aquellos que generan las ideas tendrán poder sobre nosotros. Para validarnos, como seres humanos, debemos tener la capacidad de expresar nuestro pensamiento de forma coherente. Es esta, quizá, la mayor virtud de la escritura creativa, nos ayuda a organizar las ideas y a saberlas comunicar.

Otro de los problemas que nos carcome, como la maleza al jardín, es el individualismo, fruto del egoísmo y la envidia que lamentablemente han llegado a tomarse como norma social.

Escribir nos ayuda en este punto. Crear clubes de lectura y escritura que faciliten el intercambio de ideas y la crítica constructiva, no requiere más que empeño. No se trata de aniquilarnos entre nosotros sino de unir nuestras fortalezas para el bien común. Mientras estamos envueltos en pequeños altercados, en otros países nos están tomando la delantera.

Es increíble la ventaja que nos llevan. Los clubes allí no se limitan a una docena de miembros. Con los beneficios de la Internet, miles de personas toman ventaja de ellos. Autores de renombre participan también compartiendo sus experiencias y consejos.

Personalmente frecuento el círculo de los autores independientes y he aprendido mucho de mis instructores en línea, en especial en cuanto a los límites que nosotros mismos nos imponemos. Mi objetivo era llegar a escribir siete libros en lo que me resta de vida. Joanna Penn (thecreativepenn.com), una de mis mentoras, ha escrito 22; otro, Michael La Ronn (michaellaronn.com), 40; y uno de mis favoritos Jerry Jenkins (jerryjenkins.com), nada menos que 195, y trabaja en el 196.

Todos ellos son personas abiertas y optimistas que, además de sus secretos, comparten su visión de la vida.

Optimismo y generosidad son justamente los ingredientes que necesitamos para regenerar nuestro jardín interior y mejorar la sociedad.

A quienes estén interesados en dar los primeros pasos, o profundizar en el proceso creativo, los invito a la serie de talleres que estaré desarrollando en Málaga en el mes de junio. Los detalles están disponibles en el siguiente enlace:

https://drive.wps.com/docs/1SwDeOD98 


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