Rodolfo de Habsburgo, príncipe heredero al trono del imperio austro-húngaro
Por Eugenio Pacelli Torres Valderrama*
Corresponsal del Chicamocha News en Europa
Rodolfo de Habsburgo, príncipe heredero al trono del imperio austro-húngaro, vino al mundo el 21 de agosto de 1858. El nacimiento, anunciado con 101 disparos de cañón, fue motivo de gran alegría, pues su madre, la emperatriz Isabel de Baviera, previamente había dado a luz dos niñas y la sucesión al trono era exclusivamente por línea masculina. El poder había estado en manos de la familia de los Habsburgo por más de seis siglos.
Siendo un recién nacido, su padre, el emperador Francisco José I, lo condecoró con la Orden del Toisón de Oro, una de las ordenes de caballería más antiguas y prestigiosas de Europa.
Las riendas de la formación del nuevo heredero las tomó su abuela paterna, la archiduquesa Sofía de Baviera, designando al mayor general Leopoldo Grondecourt, un endurecido militar, como tutor principal. De él se cuenta, por ejemplo, que mientras el príncipe dormía disparaba su arma en el cuarto para despertarlo y que en cierta ocasión lo encerró solo en el jardín zoológico mientras gritaba desde afuera que había un oso suelto.
La instrucción, que comenzó a la edad de cuatro años, se le impartía en cuatro idiomas: alemán, francés, húngaro y checo. Latín y polaco se agregarían posteriormente. Desde las siete de la mañana hasta las ocho de la noche se le sometía a un sofisticado programa que incluía además equitación, natación y ejercicios militares.
Aunque posteriormente, por insistencia de la emperatriz, se le asignó otro tutor, el daño ya estaba hecho, Rodolfo creció siendo un niño tímido y nervioso a quien su padre nunca llegó a considerar un digno sucesor.
Durante las expediciones de caza, que se iniciaron tras su cumpleaños número 14, el joven mostró gran interés por su entorno, lo atraían especialmente las aves y entre ellas las rapaces. Esto lo llevó a manifestar ante su padre el deseo de entrar en la universidad de Viena y estudiar una carrera relacionada con las ciencias naturales. El emperador, sin embargo, se opuso con vehemencia, pues su plan era verlo convertido en un oficial del ejército.
Así, al cumplir los 20 años fue enviado a Praga para que siguiera la carrera militar.
Rodolfo, alto, elegante y de buenos modales, pronto se vio rodeado de bellas admiradoras y terminó dando rienda suelta a sus pasiones juveniles. Cada una de sus conquistas era cuidadosamente registrada en una libreta y a cada una de ellas regalaba una cigarrera plateada, señal inequívoca de que su portadora había pasado por lo menos una noche en brazos del futuro emperador.
Fue en esta época que conoció a Mizzi Kaspar, quien llegaría a ser su amiga y confidente hasta el fin de sus días. Lamentablemente, para el buen nombre de la corte, Mizzi figuraba en las listas policiales como una mujer de "dudosa reputación", es decir, una prostituta.
Cundo Rodolfo cumplió los 22 años, su padre consideró que era tiempo de que sentara cabeza y produjera la nueva generación de herederos al trono. El emperador en persona, pensando más en el porvenir del imperio que en su hijo, fue el encargado de seleccionar entre las princesas católicas disponibles, entre ellas había varias procedentes de la corte Wittelsbach de Baviera, un par de infantas españolas y la hija del rey Leopoldo II de Bélgica. Fue esta última, la princesa Estefanía, de tan sólo 17 años, la "feliz" afortunada.
Rodolfo viajó a Bruselas a conocerla, aunque su visita fue empañada por el interés que mostró este por la hermana mayor, quien estaba ya casada, y por el escándalo generado cuando se supo que Mizzi secretamente lo había acompañado.
La boda tuvo lugar, a pesar de todo, y la pareja se radicó posteriormente en Praga, donde el príncipe fue nombrado Comandante de Brigada de Infantería.
En 1883 nació su única hija, Isabel María de Austria.
Para entonces, sin embargo, Rodolfo había vuelto a sus días de juerga y amoríos y el matrimonio no fue feliz. El emperador tuvo que intervenir para exigirle "responsabilidad moral".
El futuro heredero al trono, por su parte, había desarrollado una aversión por la corte y criticaba la forma como su padre gobernaba el imperio escribiendo artículos anónimos en un diario de amplia circulación. Además, frecuentaba grupos en que se reunían intelectuales contrarios al régimen. Tal situación inquietó a las autoridades imperiales y por tal motivo se ordenó a la policía secreta seguirle los pasos. Los informes eran enviados al despacho del emperador.
A finales de enero de 1889 un fuerte altercado tuvo lugar, a puerta cerrada, entre Rodolfo y su padre. Los pormenores de la disputa nunca se supieron, aunque se afirma que fue algo que había dejado a los dos muy alterados.
Días más tarde se supo con horror la noticia de que el príncipe, estando en su cabaña de caza en Mayerling, a 42 kilómetros de Viena, había muerto.
El primer boletín oficial anunciaba que el heredero al trono había sufrido un ataque cardíaco. Pero pocos lo creyeron. En cambio, el hermetismo de la corte produjo toda clase de rumores y conjeturas que no tardaron en esparcirse por todos los rincones del imperio. Se decía, por ejemplo, que Rodolfo había muerto en un absurdo accidente de caza o que había sido asesinado por un campesino que lo había encontrado con su esposa.
La corte, reacia al principio a aceptar la idea de un suicidio, tuvo finalmente que admitir que el príncipe había tomado su propia vida.
Los diarios extranjeros, sin embargo, presentaron una versión más acorde con los hechos. Se había tratado de un suicidio doble y premeditado entre él y la última se sus amantes, la baronesa María de Vetsera, de tan solo 17 años, quien, además, estaba embarazada.
El emperador se apresuró a ordenar la confiscación de todos los documentos relacionados con el incidente y puso a las personas involucradas bajo vigilancia policial. La madre de la desdichada, la también baronesa Vetsera, fue desterrada a Venecia por decreto imperial.
El Vaticano se negó inicialmente a permitir el entierro católico, pues era costumbre que tal derecho se le negara a los suicidas. Cinco doctores testificaron que el príncipe heredero estaba en un estado de confusión mental y el papa León XIII aceptó finalmente que se le diera sepultura con todos los honores en la cripta familiar.
La versión de que se había tratado de un crimen de Estado afloró más tarde y fue ratificada en 1983 por Zita de Borbón-Parma, quien formara parte de la casa imperial. Los libros de historia, no obstante, continúan afirmando que se trató de un suicidio.
Ante la ausencia de Rodolfo, el hermano menor del emperador pasó a ser el nuevo heredero, y tras la muerte de este en 1896, la responsabilidad cayó en su hijo Francisco Fernando, quien sería posteriormente asesinado en Sarajevo. Este hecho desencadenó la serie de acontecimientos que daría origen a la primera guerra mundial. Pasado el conflicto, en 1918, el imperio finalmente se disolvió.
*Doctor en ingeniería (Hokkaido University, Japón), autor de los libros "Historias de los tiempos por venir" y "Recuentos desde la otra orilla", ganador del Concurso Nacional de Cuento RCN-Ministerio de Educación. Desde 2011 radicado en Viena, Austria.